Lección 8: Mi Enemigo mi YO
Querido(a) amigo(a),
Cuando yo me convertí en cristiano, pensé que siempre amaría a Dios y que siempre le obedecería. Pero después de algún tiempo, yo descubrí que había algo dentro de mí que no quería obedecer a Dios. Este enemigo dentro de mí es llamado “la carne”.
“La carne” no es mi cuerpo sino la naturaleza pecaminosa con la que nací, es decir mi ego o mi YO.
Antes que yo fuese salvo, vivía para mí mismo y hacía lo que quería. Vivía para complacerme a mí mismo. Mi YO ocupaba el trono de mi corazón.
¡Vivir para nosotros mismos en vez de vivir para Dios es pecado! Todos hemos vivido para nuestro YO y no para Dios. La Biblia dice: “… cada cual se apartó por su CAMINO”(Isaías 53:6).
Cuando yo fui salvo, el Señor Jesús vino a vivir en mí, pero aun tengo el mismo cuerpo y la naturaleza pecaminosa que está dentro de mí Aunque Cristo está ahora viviendo en mí, mi YO está aún en mí, y quiere continuar dirigiendo mi vida.
La principal característica del YO es la rebelión contra Dios. Veamos algunas de las maneras como el YO actúa.
- El YO quiere hacer las cosas a su manera. El YO dice: “¡No me importa lo que otros digan, haré lo que yo quiera!”
- El YO dice: “¡Me amo A MÍ MISMO!” ¡Debo amar a Dios y a Su Hijo, pero el YO ama al YO!
- El YO dice: “¡Soy el Número Uno! Quiero que otras personas me miren y me honren”.
- El YO dice: “¡No es mi culpa!” El YO odia decir: “Me equivoque”.
- El YO dice: “¡Pobre de mí! Nadie me trata bien.” El YO siempre está refunfuñando y quejándose.
- El YO odia a Dios y no obedecerá a Dios. El YO dice: “¡No me importa lo que Dios diga, yo haré lo que yo quiera hacer!”
¿De dónde viene el espíritu de rebelión? ¡Viene de Satanás! La Biblia habla de: “…el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2). Ese espíritu es el espíritu de Satanás. Ya sea que nos demos cuenta o no, el YO es controlado por Satanás. Si yo permito que mi YO dirija mi vida, seré un cristiano infeliz y miserable.
Por cuanto Dios me ama y quiere solo lo mejor para mí, Él hizo tres cosas maravillosas a mi favor: (1) Dios trajo un final a mi vida antigua que estaba controlada por mi YO. (2) Dios me hizo una nueva persona en Cristo, y (3) Dios me dio a Su Hijo para que viva en mí y ahora Él es mi nuevo Señor.
¿Cómo hizo Dios esto? En el momento que yo recibí a Cristo como mi Salvador, Dios me pusoen Cristo. La Biblia dice: “Pero por él [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús...” (1 Corintios 1:30).
Dios puso fin a mi vida antigua la cual estaba controlada por mi YO al ponerme en Cristo en la cruz. Cuando Cristo fue crucificado, yo fui “crucificado” con Él. La Biblia dice:
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre [nuestra antigua vida del YO] fue crucificado juntamente con él…” (Romanos 6:6).
Dios me “crucificó” juntamente con Cristo para que yo no continuara siendo gobernado por mi YO. Cuando Cristo murió, yo “morí” con Él. A los ojos de Dios, ese fue el fin de mi vida antigua. Por supuesto, físicamente yo no he muerto, pero ese es el modo en que Dios ve las cosas, y yo debo aprender a ver las cosas a la manera que Dios las ve.
¡Cuando Cristo se levantó de la tumba, yo “me levanté” con Él como una nueva persona en Cristo! Esa es la forma en que Dios me ve ahora y esa es la forma en que siempre me verá.
Entonces Dios me dio a Cristo, para que viviera en mí. El apóstol Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
Debo escoger quién estará en el trono de mi corazón. ¿Será Cristo o será el YO? Seré gobernado por el uno o el otro.
Si digo: “Voy a vivir mi vida a mi manera”, esto significa que estoy escogiendo que mi YO esté en el trono de mi corazón.
Si digo: “Estoy escogiendo a Cristo para que viva en el trono de mi corazón”, esto significa que estoy escogiendo que Él sea el Rey de mi vida, estoy escogiendo el camino de Dios.
¡Si yo en verdad amo al Señor Jesús, lo escogeré a Él! Y le diré:
“Señor Jesús, te pertenezco y quiero que seas el Rey de mi vida. Ahora mismo te estoy aceptando como Rey en mi vida. Ayúdame a vivir una vida que sea agradable delante de ti”.
Una vez que yo escojo a Cristo para que sea el Rey de mi vida, debo aprender a decir “no” al YO, y “sí” al Señor Jesús. Día a día, debo negarme al YO y dejar que Jesús viva su vida en mí”. El apóstol Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo [mi YO], mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20).
¿Cómo funciona esto en mi vida? Digamos que yo estoy haciendo algo que yo quiero hacer, pero mi madre me pide que haga algo para ella. ¡Qué haría mi YO? Mi YO refunfuñaría y se quejaría. ¿Qué debo hacer yo ahora? Digo “no” al YO y “sí” al Señor Jesús. Obedezco a mi madre sin refunfuñar ni quejarme.
Alguien me dice algo desagradable, ¿qué haría mi YO? Mi YO se enojaría y diría algo desagradable en respuesta a esa persona. Pero yo debo decir “no” al YO y dejar que Cristo sea el Rey en mi corazón. ¿Qué debo hacer? Contesto una palabra amable a esa persona.
Cuando Cristo está en el trono, el Espíritu Santo produce el fruto hermoso de su presencia en mi vida. La Biblia dice:
“Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, [fidelidad], mansedumbre, templanza…” Gálatas 5:22-23
3 Grandes Verdades para recordar
- Tengo un enemigo dentro de mí llamado “YO”. El YO quiere ser el Rey en mi vida.
- Dios me “crucificó” con Cristo para que ya no sea gobernado por mi YO. Cuando Cristo murió, yo “morí” con Él, Cuando Él se levantó de la tumba, ¡yo me “levanté” con Él como una nueva persona EN CRISTO!
- Dios me dio a Cristo para que viva en mí. Si yo amo a Cristo, lo haré el Rey en mi corazón y diariamente diré “NO” a mi YO.
“Padre, confieso que mi YO ha estado
viviendo en el trono de mi corazón.
Ese trono le pertenece por derecho a Cristo.
Hoy yo escojo tener a Cristo en el trono
de mi corazón y decir ‘no’ a mi YO,
oro en el Nombre de Jesús”.
viviendo en el trono de mi corazón.
Ese trono le pertenece por derecho a Cristo.
Hoy yo escojo tener a Cristo en el trono
de mi corazón y decir ‘no’ a mi YO,
oro en el Nombre de Jesús”.
CAPÍTULO OCHO
Rubén Usa Su Espada Secreta
Resumen del capítulo anterior: Daniel recibió a Jesús como su Salvador, Rubén oyó un anuncio preocupante en la escuela. Carlos le dijo a Rubén que ellos no serían amigos nunca más. Rubén descubrió un versículo emocionante en la Biblia.
Rubén repitió su versículo una vez más: “…todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23).
Rubén se arrodilló junto a su cama y comenzó a orar. “Querido Padre Celestial, gracias por esta promesa maravillosa que encontré en tu Palabra. Ahora quiero pedirte, por favor que hagas que el Dr. Fernández levante la sanción que impide que la escuela use su propiedad. Y por favor, por favor ayuda a Carlos a recibir a Jesús como su Salvador pronto, en el nombre de Jesús, amén”.
Carlos no vino a la escuela ese día. Rubén se mantuvo orando por él en su corazón. Alejandro le hizo mala cara a Rubén varias veces en el pasillo, pero Rubén no le puso atención.
Después que terminaron las clases, Rubén fue a la casa de Carlos. Elizabet abrió la puerta y le hizo señas invitándole a entrar. Ella le preguntó con cara de preocupación: “¿Qué pasó anoche, Rubén? Tan pronto como papá y mamá salieron esta mañana, Carlos cerró su puerta y no me deja entrar, ni me dice que está pasando”.
Los ojos de Rubén se veían con preocupación como los de Elizabet y pregunto: “¿Te dijo Carlos adónde fue el sábado?”
Elizabet respondió mientras se hacia a un lado el cabello: “No, él solo dijo que iba a pescar. Por el modo en que está actuando, me temo que él está involucrado en lo que sucedió en la propiedad de los Fernández. Le dije que yo iría a la oficina del director con él, pero no me hizo caso. He estado orando para que Dios me muestre lo que debo hacer”.
La sorpresa se notó en la cara de Rubén y preguntó: “¿Orando, cuando estuviste… quiero decir…?”
Elizabet sonrió: “Fui a casa de Rebeca y tuvimos una larga conversación. Ella y la tía Alicia me explicaron muchas cosas. Le pedí al Señor Jesús que me perdonará, y sé que Él lo hizo. Ahora voy a dejar que Él viva su vida en mí, en vez de estar tratando de hacer las cosas a mi manera”.
Rubén exclamó: “¡Eso es grandioso! Me da mucha alegría saberlo. Rebeca pudo habérmelo dicho anoche, solo que regresé muy tarde a casa para haberla visitado”. Entonces Rubén le dijo a Elizabet acerca de que Carlos se apartó rápido de él, sin darle la oportunidad de explicarle las cosas, luego preguntó: “¿Crees que él me escuchará ahora?”
Elizabet respondió: “Lo puedes intentar”. Rubén siguió a Elizabet subiendo las escaleras.
Mientras Elizabet golpeaba a la puerta del cuarto de Carlos, Rubén le llamó diciendo: “Hey, Carlos, yo fui a ver a mi abuelo ayer. Él y el Dr. Fernández son buenos amigos. Le pedí que fuera y pidiera perdón por ti y los otros chicos. Déjame entrar y te contaré todo acerca de eso”.
Hubo silencio por un minuto, entonces Carlos respondió con voz suave: “No te creo, vete, Rubén”.
Elizabet le dijo a Rubén: “No te preocupes, hablaré con él más tarde. Gracias por venir y gracias por hablar con tu abuelo. Espero que la sanción sea levantada y que los chicos no estén en graves problemas acerca de todo esto”.
Rubén dijo mientras salía: “No creo que lo estén, si ellos admiten lo que hicieron”.
El miércoles en la mañana Daniel estuvo de regreso en la escuela, se veía pálido pero feliz. Rubén se dio cuenta que más de uno de los estudiantes estaba mirando a Daniel con sorpresa. Carlos también había regresado, pero se apartó del camino de Rubén ignorándolo.
Al final del día el director de la escuela hizo un anuncio: “Estudiantes, me complace anunciarles que un buen amigo del Dr. Fernández ha actuado como mediador a favor de los chicos que causaron daño en su propiedad. Ellos han admitido lo que hicieron y la sanción ha sido levantada. No habrá necesidad de cancelar ninguna de las actividades que se realizan allí”. Todos los estudiantes se mostraron muy contentos al oír las noticias.
Carlos alcanzó a Rubén cuando él iba a casa y le dijo: “Rubén, lo siento por las cosas que dije la otra noche. Gracias por ir hasta la casa de tu abuelo y conseguir que él hablara con el Dr. Fernández”.
Rubén respondió con una sonrisa: “Está bien, he estado orando mucho. Me mantuve recordando mi ‘versículo favorito’. Jesús prometió que cualquier cosa que pidamos en su Nombre, Él nos la dará. Él respondió mi oración. ¿Cuándo hablaste con el director, Carlos?”
Carlos respondió con un gran suspiro: “Después de que te fuiste ayer, Elizabet golpeó la puerta hasta que finalmente la dejé entrar, ella me convenció que llamará a la pandilla y luego fue con nosotros a la oficina del director. Le dijimos que lo sentíamos y que nosotros arreglaríamos las cercas rotas. No sabíamos lo que el Dr. Fernández haría hasta que se dio el anuncio. De todos modos estoy contento que eso se haya resuelto”.
Rubén dijo: “También yo estoy contento, espero que podamos ser amigos otra vez, Carlos”. Carlos arrastró sus pies sobre el anden y dijo: “Sí lo deseo, Rubén, pero los otros chicos me dijeron que si dejo la pandilla, Alejandro haría algo desagradable. Decidí continuar con ellos por un tiempo y luego retirarme poco a poco”.
Rubén respondió: “No funcionará, Carlos. Tú necesitas escoger a tus amigos cuidadosamente. Alejandro todavía puede meterte en un gran problema. Si tú te apartas de él y te la pasas conmigo, ¿qué podrá hacer él?”
Carlos dijo: “No lo sé, yo en verdad no confío más en él, pero tampoco quiero que él se enoje conmigo”.¿A quiénes escogerá
Carlos como amigos?
No te pierdas las siguientes aventuras de Rubén –
¡pronto en tu próxima lección!
¡pronto en tu próxima lección!
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