domingo, 16 de febrero de 2014

TEMA: CRISTO VIVE EN MI

Un País que se llama El Cielo

Lección 12

¡Cristo Vive En Mí!

Querido amigo(a):
En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios les dio a los hombres los Diez Mandamientos, les dio profetas y maestros y les dio reyes buenos. Dios estaba trabajando del lado del hombre; pero en cada situación, el hombre fracasó al no glorificar a Dios.
Ahora Dios está trabajando de su lado. El tiene a Su Hijo, el Hombre Cristo Jesús a Su diestra. Este Hombre glorificó a Dios en todo lo que hizo. Ahora Dios lo ha glorificado y Dios está trabajando a través de Cristo para bendecirnos. Todo en la gran salvación de Dios lo recibimos a través del Cristo glorificado.
Esta gran salvación tiene dos aspectos que se pueden expresar en dos declaraciones sencillas: Yo estoy en Cristo. Cristo está en mí.
Yo estoy en Cristo. Cristo está en mí.
Es maravilloso saber que Dios me ama con todo Su corazón y que me ha aceptado porque estoy en Cristo.
Pero mi problema es este: ¿Cómo puedo vivir la vida cristiana?
La respuesta es esta: En mí mismo no puedo vivir la vida cristiana. Sólo hay una Persona que puede vivir la vida cristiana y ese es el Mismo Cristo.
El Señor sabe que le amamos y que deseamos amarle. También sabe que no podemos vivir la vida cristiana, así que viene a vivirla en nosotros.
Llegar a ser cristiano no es asunto de ser religioso o de intentar comportarse como debe comportarse un cristiano. Llegar a ser cristiano es recibir a una Persona—la Persona más maravillosa del universo. Un cristiano es una persona en quien vive Cristo.

Cristo prometió volver a Sus discípulos.

Cuando Jesús les dijo a Sus discípulos que los dejaría, estaban muy tristes. Pero Jesús les dijo:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora en vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
La venida del Espíritu Santo mostraría que Jesús Mismo había vuelto en otra forma. Jesús les dijo:
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14:20).
Jesús apareció a Sus discípulos
Durante cuarenta días después de Su resurrección, Jesús apareció a Sus discípulos por lo menos diez veces. Se les aparecía, hablaba con ellos, y luego desaparecía.
¿Qué estaba haciendo el Señor? Estaba acostumbrando a los creyentes a la verdad de que Él existía en otra forma diferente. Era el mismo Jesús a quien conocían y amaban, pero ahora era el Cristo glorificado con un nuevo cuerpo glorioso y espiritual.
en el Día de Pentecostés, los discípulos estaban en el aposento alto esperando la venida del Espíritu Santo
Después Jesús regresó al cielo. Diez días después, en el Día de Pentecostés, los discípulos estaban en el aposento alto esperando la venida del Espíritu Santo. De repente el Espíritu Santo llegó del Cristo glorificado y llenó el aposento donde estaban sentados. Los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo.
Los discípulos sabían que habían sucedido dos cosas: (1) sabían que Jesucristo, el que habían conocido y amado, había sido glorificado y exaltado al cielo y (2) sabían que ellos estaban unidos al Cristo glorificado. Estaban en Cristo y Cristo estaba en ellos.

Cristo vive en nosotros
por Su Espíritu.

Cristo les dijo a Sus discípulos que realmente era mejor para ellos que El se fuera para que pudiera enviarles al Espíritu Santo. ¿Por qué era mejor? Era mejor porque la venida del Espíritu Santo mostraba que el Mismo Señor Jesús había regresado para morar en ellos. No era el Cristo terrenal que venía para estar con ellos, sino el Cristo glorificado que venía a vivir en ellos.
Cuando Jesucristo entró a este mundo como Hombre, dejó a un lado Su gloria y Sus privilegios como Dios. Pero cuando regresó al cielo, volvió a tomar todos Sus privilegios como Dios. Ahora es el Hombre glorificado a la diestra del Padre con todo Su poder y gloria como Dios.
Jesucristo es el “Dios—Hombre”. Como un Hombre glorificado, está en el cielo en un cuerpo real de carne y huesos, sentado a la diestra de Dios. Como Dios puede estar en todas partes. En Su forma terrenal, Cristo no podía estar con todos los creyentes a la misma vez. Ahora, no sólo puede estar con nosotros, sino que puede vivir en nosotros.
Cristo vive en cada creyente. ¡Esto significa que cada creyente puede tener a Cristo para sí mismo! El está conmigo en todo momento como mi Amigo siempre presente y todo suficiente. Le puedo hablar de mis problemas y preocupaciones.

¿Por qué vino Cristo a vivir en mí?

Hay varias razones por las que Cristo vino a vivir en los creyentes. Considerémoslas.
Cristo vino a vivir en mí
Cristo vino a vivir en mí para que yo pudiera ser la persona que Dios desea que sea. En mí mismo, nunca puedo vivir la vida cristiana, pero Cristo dice que vendrá a vivir en nosotros.
Cristo vino a vivir en mí para traer gloria a Sí Mismo. Cristo demuestra Su amor y poder a través de nosotros. Estamos aquí para glorificarlo y para demostrarles a otros que Él tiene el poder para cambiar vidas.
Cristo vino a vivir en mí para llevar a cabo Su obra aquí. Cuando Satanás incitó a hombres malos a matar a Cristo, pensaba que había puesto fin a la obra de Cristo aquí en la tierra. Pero estaba muy equivocado.
Dios resucitó a Cristo de la muerte y lo exaltó al lugar más alto del cielo. Después Cristo regresó en el Espíritu para vivir en los corazones de los creyentes.
Ahora cada creyente es una persona en quien vive Cristo. En lugar de tener que enfrentar a sólo un Cristo en la tierra, Satanás ahora tiene que enfrentarse a millones de creyentes en quienes vive Cristo.

Dios satisface todas nuestras necesidades al darnos a Cristo.

Si yo hiciera una lista de todas las cosas que me hacen falta para tener una vida que agrade a Dios aquí en la tierra, mi lista quizá sería como esta:
  • Necesito sabiduría.
  • Necesito amor.
  • Necesito paz.
  • Necesito gozo.
  • Necesito fuerzas.
  • Necesito paciencia.
  • Necesito satisfacción.
  • Necesito poder.
En realidad, mi lista tendría que ser más larga. Ni siquiera sé cuantas cosas podría necesitar, pero Dios conoce todas mis necesidades, aun las que yo no he pensado.
¿Cómo satisface Dios todas mis necesidades espirituales? Satisface todas mis necesidades espirituales al darme a Cristo, para que viva en mí. Recibimos todo de Dios, pero lo recibimos a través de otra Persona. Lo recibimos a través de Cristo. La Biblia dice:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).
Cristo es nuestro todo en todo
Debemos darnos cuenta que tenemos todo en Cristo, sentado a la diestra de Dios. Al darnos a Cristo, Dios mismo nos ha dado todo lo que podemos necesitar. La Biblia dice:
“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él” (Colosenses 2:9-10).
• Cristo es mi sabiduría.
Cuando necesito sabiduría debo pedírsela a Él. Él vive en mí y sabe exactamente qué debo hacer. La Biblia dice:
“En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).
• Cristo es mi fortaleza.
David dijo: “Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1b). El que vive en mí es Dios. Él tiene todo poder en el cielo y en la tierra. El apóstol Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
• Cristo es mi amor.
El amor es una Persona¡Jesucristo! Cristo es el que ama a todas las personas. Él vive en mí ahora y Él es mi amor. El amor de Cristo va más allá de cualquier amor que pudiéramos tener por nuestra propia cuenta. Tenemos una descripción de cómo es el amor de Cristo en 1 Corintios capítulo 13. Lea este capítulo, poniendo la palabra “Cristo” en cada lugar donde dice“amor”.
• Cristo es mi paz.
La Biblia dice que Cristo es nuestra paz. Antes de dejar este mundo, Cristo les dijo a Sus discípulos:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
• Cristo es mi gozo.
La Biblia dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Algunas veces no podremos regocijarnos en nuestras circunstancias, pero siempre podemos regocijarnos en el Señor—en Cristo, en todo lo que ha hecho por nosotros.
• Cristo es mi paciencia.
En mí mismo no tengo mucha paciencia con otras personas, pero Cristo ha venido a vivir en mí y Él es mi paciencia. La Biblia dice:
“Fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria [de Cristo] para toda paciencia y longanimidad [grandeza de ánimo]” (Colosenses 1:11).
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo
• Cristo es mi satisfacción.
Cristo dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo”(Juan 6:51). El pan representa lo que nos satisface y sustenta. Cristo es nuestro “pan vivo”—el que nos satisface y sustenta de manera perfecta.
• Cristo es mi poder.
La Biblia dice que Cristo es el poder de Dios. Piensa en Cristo a la diestra de Dios, con todo el poder de Dios. Tenemos acceso a ese poder por medio del Espíritu Santo. Podemos recibir de Cristo todo el poder que necesitamos para poder atravesar el sufrimiento y las dificultades que tenemos aquí.

Todo está en Cristo.

Todo está en Cristo
Todo lo que necesito en la vida cristiana está en Cristo. La pregunta es: ¿cómo obtengo esas cosas aquí?
La respuesta es: las obtengo por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el “Espíritu de Cristo”.¡El mismo Espíritu que está en Cristo está en mí!
Todo lo que necesito está en Cristo, y Cristo está viviendo en mí por medio de Su Espíritu. Cristo es la fuente, el gozo y la fortaleza de mi vida nueva. Yo vivo por fe en Él. Él apóstol Pablo dijo:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
En mí mismo soy débil, y estoy viviendo en un mundo pecador donde muchas cosas están en contra mía. Pero tengo dos cosas grandes que están a favor mío:
• En mi espíritu estoy unido con Cristo donde Él está.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece
¿Dónde está? Está a la diestra de Dios y tiene todo poder en el cielo y en la tierra. Cuando necesito ayuda sólo tengo que mirarlo a Él. Él siempre está allí para ayudarme.
• Por medio del Espíritu Santo tengo el poder de Cristo donde yo estoy.
Cristo dice que nos dará todo lo que necesitamos, pero que tenemos que acercarnos a Él para pedírselo. Puedo ser vencedor al depender en Cristo para todas mis necesidades. Eso es lo que hizo el apóstol Pablo. Él dijo:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

¿Cómo aplico esas maravillosas verdades a mi vida?

Hay tres pasos sencillos que pueden trasformar su vida: Conozca la verdad, crea la verdad y viva la verdad. Consideremos estas cosas:

1Conozca la verdad.

Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
La verdad es que el Hombre Jesucristo ha sido exaltado al trono del universo y vive en mí por medio de Su Espíritu. A través de Él tengo todo lo que necesito para vivir para Él aquí. La Biblia dice:
“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él” (Colonsenses 2:9-10).

2Crea la verdad.

Jesucristo, mi Salvador, ha sido glorificado y exaltado a la diestra de Dios. No sólo es mi gran Salvador, sino que es mi Amigo, mi Fuente, mi Gozo y la Fortaleza de mi vida nueva.
No sólo debo conocer la verdad, sino que debo creerla para mí mismo y hacerla personal. No sólo es que “Cristo vive en los corazones de los creyentes”, sino “¡Cristo vive en mí!”
No sólo es que “Cristo ama a los creyentes”, sino que “¡Cristo me ama a mí!” El Apóstol Pablo lo dijo de manera personal. Él dijo: “Lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20b).
Cristo viviendo en mí significa que tengo el privilegio de vivir momento a momento en una relación personal con el mismo Señor Jesucristo. Él es mi Amigo. Él está sentado a la diestra de Dios. No estoy preocupado por lo que otros piensan de mí. Cristo me ama y yo Le amo. Conocerlo a Él es mejor que cualquier cosa que el mundo puede ofrecer.

3Viva la verdad

Dicho de manera sencilla, esto significa que puedo confiar que Cristo vive en mí. Él es Dios. Él es el que creó el universo. ¡Cristo es suficiente para cualquier cosa!
Satanás dice: “No puedes lograrlo. ¡No puedes vivir la vida cristiana!”
Yo digo: “Señor Jesús, Tú eres Dios y Tú vives en mí. Tú eres suficiente para cualquier cosa que me suceda hoy. Estoy confiando en Ti para que vivas Tu vida a través de mí”.


UN TIEMPO A SOLAS CON DIOS

Para establecer un tiempo devocional son necesarias tres cosas—un lugar específico, un tiempo específico y un plan específico.
Encuentre un lugar específico donde pueda estar a solas con el Señor.
1. Encuentre un lugar específico donde pueda estar a solas con el Señor. Necesita un lugar con buena luz y con una mesa donde pueda poner su Biblia y escribir notas.
2. Fije un tiempo específico. Para la mayoría de las personas el mejor tiempo es a primera hora de la mañana. Los grandes músicos siempre afinan sus instrumentos antes de un concierto—no después. Es mucho mejor para nosotros tener un tiempo con el Señor a primera hora de la mañana y permitirle a Él afinar nuestros corazones que acercarnos a Él al final del día con una larga lista de pecados que confesar.
No se puede exagerar la importancia de pasar la primera hora de cada día con el Señor. La Biblia dice de Jesús:
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).
Si el Señor Jesús, que no conoció pecado, consideraba que era necesario pasar tiempo a solas con Su Padre cada día, ¡cuánto más necesario será para nosotros!
¿Desea usted seriamente prepararse para servir a Dios? Si es así, debe levantarse cada mañana para estar a solas con Él. Consiga un buen reloj despertador y utilícelo. Decida a qué hora se quiere levantar, ¡y levántese! Esta es una manera muy práctica en que usted puede mostrarle al Señor cuánto lo ama.
3. Tenga un plan específico. Inicie su tiempo devocional con una oración corta pidiéndole al Señor que hable a su corazón a través de Su Palabra. Entonces abra su Biblia y empiece a leer. No tenga prisa; tome su tiempo para pensar en lo que está leyendo. Hable con Dios sobre lo que está leyendo.
Muchas veces un versículo en particular será muy especial para usted. Anótelo en una tarjeta y memorice ese versículo.

“¿Cuánto tiempo debo invertir?”

Eso es decisión personal. Pero media hora es un mínimo; y una hora es mucho mejor. Cada día tiene 24 horas, y un cristiano consagrado debe apartar una de esas horas para Dios.
Ocupe la primera parte de su tiempo leyendo la Biblia; luego busque al Señor en oración. Confiese sus pecados a Él. Adórelo por lo que ha sido para usted. Agradézcale Sus bendiciones. Ore por las personas que Él traiga a su memoria. Pídale dirección para el día. Dígale que lo ama.

¡Siga su plan!

Una vez que ha establecido un lugar, un tiempo y un plan, ¡sígalo! Si usted permite que cualquier cosa interrumpa su devocional, pronto no tendrá un devocional. Debemos poner las primeras cosas en primer lugar. Jesús dijo:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Una advertencia: prepárese para toda clase de oposición a un tiempo devocional. Satanás sabe que un devocional diario trae poder a la vida del hijo de Dios, y hará todo lo que pueda para impedir que usted establezca esta costumbre en su vida.
¿Desea saber la clave para el éxito del cristiano? Es sencillamente esto: Ponga a Dios en primer lugar. Dios dijo:
“Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Samuel 2:30b).

TEMA: CRISTO ES MI JUSTICIA

Un País que se llama El Cielo

Lección 11

Cristo es mi Justicia

Querido amigo(a):
Fuimos creados para glorificar a Dios y disfrutar la comunión con Él. El propósito de Dios al salvarnos fue para que tengamos una relación correcta con Él y seamos aceptables a Él para que nos pueda disfrutar y nosotros lo disfrutemos a Él.
Dios es el Gobernador del universo. Él es toda luz y gloria. Es perfecto en pureza y santidad, y no se pueden acercar a Él los pecadores.
El profeta Isaías una vez tuvo una visión en la que vio al supremo Dios santo sobre Su trono
El profeta Isaías una vez tuvo una visión en la que vio al supremo Dios santo sobre Su trono. Inmediatamente se postró sobre su rostro y exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto” (Isaías 6:5).
¿Por qué clamó Isaías: “Ay de mí”? Fue porque se sintió pecador. Isaías sabía que era pecador. Sabía que no tenía la justicia que necesitaba para estar en la presencia de un Dios tan glorioso y santo.
Para poder disfrutar la comunión con Dios, no sólo necesito ser perdonado de todos mis pecados, sino que necesito tener la justicia que es aceptable a Él. Ser perdonado es como bañarse para quitarse lo sucio; la justicia es como ponerse ropa adecuada para estar bien vestido.
Si yo fuera a aparecer ante un gran rey, desearía usar ropa adecuada. Cuando pienso en estar en la presencia de un Dios santo para disfrutar la comunión con Él, reconozco que debo estar “vestido” de manera especial. Debo estar vestido con la justicia que es aceptable a Dios.
¿Qué clase de justicia acepta Dios? La única clase de justicia que Dios acepta es la justiciaperfecta. No puedo hacerme a mí mismo perfectamente justo. Dios debe proveer esa justicia perfecta para mí.

¿Cómo me hace perfectamente justo ante Sus ojos?

Dios ha hecho tres cosas maravillosas para hacerme perfectamente justo ante Sus ojos: (1)Ha terminado con mi vida vieja, (2me ha dado una vida nueva en Cristo y (3me ha dado a Cristo como mi justicia.
En palabras sencillas, Dios quita todo lo que yo soy, y me da a Cristo como mi justicia. Veamos cómo hace esto Dios.
1

Dios ha terminado con mi vida vieja.

Cristo murió por mí y yo “morí” con Cristo
Hay dos grandes verdades que se aplican a cada creyente: Cristo murió pormí y yo “morí” con Cristo.
¿Cómo sé que Cristo murió por mí? Lo sé porque la Palabra de Dios lo dice. La Biblia dice: “Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8b).
¿Cómo sé que yo “morí” con Cristo? Lo sé porque la Palabra de Dios lo dice. Mi viejo “YO” pecaminoso, que era la fuente de todos mis pecados, fue crucificado con Cristo. La Biblia dice:
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”
(Romanos 6:6).
2

Dios me ha dado una nueva vida.

Yo “morí” con Cristo. Fui sepultado con Él. Ante los ojos de Dios ese fue el final de mi vida vieja. Ahora Dios me dice que me ha creado como una nueva persona en Cristo. La Biblia dice:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
3

Dios me ha dado a Cristo como mi justicia.

Soy hecho “justicia de Dios en Él”.
En mí mismo no soy justo, pero Dios me ha hecho perfectamente justo ante Sus ojos. ¿Cómo logró esto Dios? Me puso en Cristo. Soy hecho “justicia de Dios en Él”. La Biblia dice:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”
(2 Corintios 5:21).
Este versículo dice que fuimos hechos “justicia de Dios en él”. O sea, en Cristo. Así como Dios mira a Cristo y lo ve perfectamente justo, de igual manera nos mira a nosotros y nos ve perfectamente justos en Cristo.
Si Gabriel, el ángel poderoso que está en la misma presencia de Dios, se apareciera a nosotros con toda su hermosura y pureza, nuestros pensamientos probablemente serían: “Es justo y santo, pero yo no”. ¡Pero eso no sería verdad! Dios le ha dado a usted a Cristo como su justicia. Usted ha sido hecho “justicia de Dios en él”.

El hijo pródigo fue hecho aceptable para su padre.

En ese momento el hijo sabía cómo se sentía su padre en cuanto a él.
Cuando el hijo pródigo regresó a su padre, no sabía cómo sería recibido por su padre. El padre corrió a verlo y lo cubrió de besos. En ese momento el hijo sabía cómo se sentía su padre en cuanto a él. Sabía que era amado y aceptado.
No estaba feliz a causa de su condición.
Pero aunque sabía que había sido perdonado y aceptado por su padre, podemos estar seguros que el hijo pródigo no estaba completamente feliz. No estaba feliz a causa de su condición. Seguía estando sucio y vestido de harapos.
El hijo pródigo quizás le dijo a su padre: “Es maravilloso que me amas tanto y que me recibes así, pero no lo puedo disfrutar, porque no soy aceptable”.
Los siervos le pusieron “el mejor vestido”.
¿Qué hizo el padre?Les dijo a sus siervos:“Saquen el mejor vestido, y vístanlo”. Podemos estar seguros que el vestido nuevo no se lo pusieron al hijo pródigo encima de lo sucio y de los harapos. Le quitaron su ropa vieja, y lo bañaron. Los siervos le pusieron “el mejor vestido”. Se llama “el mejor vestido” porque no había nada mejor.
Ahora puede disfrutar estar con su padre porque su padre lo ha hecho aceptable.
Ahora, ¿cuál es la situación del hijo? Ha sido lavado de lo sucio; tiene ropa limpia; está usando el mejor vestido. Sabe que ahora es aceptable para estar en la presencia de su padre. Ahora puede disfrutar estar con su padre porque su padre lo ha hecho aceptable.
El hijo no dijo: “Simplemente no siento que puedo aceptar este vestido, porque no soy aceptable”. Más bien, él honró a su padre al recibir con gozo lo que su padre había provisto. “El mejor vestido” no sólo hizo aceptable al hijo, sino que hizo que estuviera consciente de ser aceptable.

“El mejor vestido” es Cristo.

Esta historia tiene un significado profundo y celestial. El Señor Jesús nos relató esta historia porque desea que sepamos lo que el Padre ha hecho para que seamos aceptables a Él.
Dios no sólo me ha limpiado de mis pecados, sino que me ha hecho una nueva persona en Cristo. Y ha provisto una justicia perfecta para mí al darme Su “mejor vestido”.
¿Cuál es “el mejor vestido” de Dios? ¡“El mejor vestido” de Dios es Cristo! Incluso, Dios no tiene otro vestido que nos pueda hacer aceptables a Él. Nadie puede acercarse a Dios excepto por medio de Cristo.
Dios me ha dado a Cristo como mi justicia. Puesto que Cristo es mi justicia, tengo justicia perfecta delante de Dios. Dios me ha hecho aceptable para Sí, y desea que esté consciente de que soy aceptable.
Es el mismo Cristo glorioso y resucitado que es mi justicia delante de Dios. Uno de los Nombres del Señor Jesús en el Antiguo Testamento es “Jehová, justicia nuestra”. Refiriéndose a Cristo, la Biblia dice:
“Y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (Jeremías 23:6b).

Soy aceptable en el Amado.

A través de mi muerte y resurrección con Cristo, tengo una posición nueva delante de Dios. Ya no estoy en Adán: ahora estoy en Cristo. Soy aceptable a Dios porque estoy en Cristo. La Biblia dice:
“Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado [Cristo]” (Efesios 1:6).
La justicia que me hace aceptable en Cristo es perfecta y completa. No me la gané. Dios me la dio en el momento en que recibí a Cristo como mi Salvador. No puedo hacerme más aceptable ante Dios, y no puedo dejar de ser aceptable ante Dios. Siempre soy “acepto en el Amado”.
¿Significa esto que ya no volveremos a pecar si somos cristianos? No, no es así. En la carta de Pablo a los Corintios, encontramos algunas cosas que son difíciles de entender. Pablo llama a los cristianos: “santos”. Sin embargo, en la misma carta, Pablo habla de algunos pecados terribles que tenían en sus vidas. Algunos eran orgullosos, otros se peleaban entre sí mismos, y algunos eran culpables de terribles actos de inmoralidad.
Cristo Mismo es perfecto y Dios siempre me ve perfecto en Cristo.
¿Cuál es la explicación de esto? ¿Cómo podía Pablo decir que eran “santos” cuando no estaban viviendo como deben vivir los cristianos? Para contestar esta pregunta, debemos entender la diferencia entre nuestra“posición” y nuestro “andar”.

¿Cuál es mi “posición”?

Mi “posición” es la manera en que Dios me ve en Cristo. ¿Es perfecta mi posición? Sí, es perfecta. ¿Siempre es perfecta? Sí, siempre. ¿Por qué? Porque es la manera en que Dios me ve en Cristo. Cristo Mismo es perfecto y Dios siempre me ve perfecto en Cristo.

¿Qué es mi “andar”?

Mi “andar” es mi conducta—la manera en que vivo día a día
Mi “andar” es mi conducta—la manera en que vivo día a día. ¿Es perfecto mi andar? No, no lo es. ¿Es perfecto alguna vez? No, nunca. ¿Por qué? Porque depende de mí—de lo que digo y hago.
Debemos recordar que nuestra posición es la manera en que Dios nos ve en Cristo, y nuestro andar es la manera en que vivimos aquí en la tierra.

Dios me acepta de acuerdo a mi posición.

Soy "acepto en el Amado"
Dios siempre me acepta de acuerdo a miposición en Cristo, y no de acuerdo a mi andar—mi manera de vivir. La Biblia dice:
“Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado [Cristo]”
(Efesios 1:6).
Mi justicia delante de Dios es Cristo Mismo. Él es mi“mejor vestido” y Dios nunca nos quita Su “mejor vestido”.Mis fracasos no afectan la perfección de Cristo. Nada se le puede agregar a Su perfección, tampoco nada se le puede quitar a Su perfección. Sin importar cuantas veces fallo, Cristo siempre es mi justicia y siempre es perfecto.

¿Puedo perder “mi posición”?

Mi “posición” es la manera en que Dios me ve en Cristo. No está basada en lo que yo soy, sino en lo que Cristo es.
¿Puedo perder mi posición en Cristo? No, nunca puedo perder mi posición, pero puedo perder el gozo de mi posición. Si continúo haciendo cosas que desagradan a Dios, perderé todo mi gozo.
Perder mi gozo es como una advertencia. Significa que hay un problema serio que se necesita corregir de inmediato. ¿Cómo corregimos nuestro problema con Dios? Lo corregimos al confesar nuestros pecados y abandonarlos.
Dios es santo. Él desea que Su gente sea santa en su diaria manera de vivir. La Biblia dice:
“Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).

Cómo agradar a Dios

En Su Palabra Dios me ha dicho cómo puedo vivir una vida que le agrada a Él. Le agrado a Dios cuando camino “por fe”. Pablo dijo: “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
“Andar por fe” significa que estoy viviendo de acuerdo a la verdad de Dios con mi confianza puesta en mi posición en Cristo. “Andar por vista” significa que estoy viviendo de acuerdo a mis sentimientos y las circunstancias.
La batalla para el cristiano cada día es decidir: “¿Voy a vivir de acuerdo a mis sentimientos y mis circunstancias o de acuerdo a la verdad de Dios?”
Dios desea que viva de acuerdo a Su verdad, sabiendo que estoy en Cristo y que Cristo es mi justicia. Repita una y otra vez: “Estoy en Cristo. ¡Cristo es mi justicia! Soy aceptable a Él”.
Ninguna verdad en la Biblia es más importante para nosotros como cristianos que saber que estamos en Cristo y que Él es nuestra justicia. Esto es algo que Dios hizo por usted cuando usted recibió a Cristo como su Salvador. Si no está seguro de esto, lea esta lección una y otra vez. Pídale a Dios que le muestre que en verdad está en Cristo y que Cristo Mismo es su justicia delante de Dios.



TEMA: UNA NUEVA PERSONA EN CRISTO

Un País que se llama El Cielo

Lección 10

Una Nueva Persona en Cristo

Querido amigo(a):
En nuestra última lección aprendimos que Dios trata con la raza humana en base a dos hombres—Adán y Cristo. Adán es el primer hombre de Dios; Cristo es el segundo Hombre de Dios.
El primer hombre de Dios, Adán, desobedeció a Dios y trajo el pecado y la muerte al mundo. Puesto que Adán fue la cabeza de la raza humana, lo que él hizo afectó a toda la raza humana, y nos afectó a usted y a mí.

¿Qué ve Dios?

Cuando Dios me miró en mi condición pecaminosa, ¿qué vio? Él vio tres cosas:
  • Dios vio mis muchos pecados.
  • Dios vio un pecador.
  • Dios me vio en el reino oscuro de Satanás.
yo estaba en un lugar equivocado—El reino de oscuridad de Satanás
Mi condición no parecía tener esperanza. Yo había hecho cosas malas; yo era una persona mala—un pecador; y yo estaba en un lugar equivocado—El reino de oscuridad de Satanás.
Al tratar de estar bien con Dios, generalmente empezamos de manera equivocada. Empezamos con nosotros mismos e intentamos lograr llegar a Dios por nuestros propios medios, pero esta es la manera equivocada.
Dios es nuestro Salvador, y empezamos bien cuando empezamos con Dios y con lo que Él ha hecho por nosotros en la Persona de Su Hijo. Veamos cómo Dios nos ha librado de todo lo que nos separaba de Él.
Dios me libró de mis pecados al ponerlos sobre Su Hijo

¿Cómo me libró Dios
de mis pecados?

Dios me libró de mis pecados al ponerlos sobre Su Hijo. Dios proveyó el sacrificio que le satisface a Él. Jesús es el “Cordero de Dios”. Su sangre preciosa nos limpia de nuestros pecados. La Biblia dice:
“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(1 Juan 1:7).

¿Qué hizo Dios conmigo, siendo pecador?

Es maravilloso saber que Dios ha perdonado todos mis pecados. Pero tengo un problema más profundo. Soy pecador. Yo soy el que peca.
La sangre de Cristo me puede limpiar de todos mis pecados, pero ¿qué sucede con mi naturaleza pecaminosa? Yo soy pecador, y la Biblia dice: “El alma que pecare, esa morirá”(Ezequiel 18:4).
del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos
Es posible que pensemos que lo que hemos dicho y hecho es muy malo, pero que nosotros mismos no somos muy malos. Pero nuestros pecados son producto de lo que somos.
Soy pecador. Como soy pecador, peco. Jesús dijo:
“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23).
¿De que me aprovecharía si Dios me perdonara todos mis pecados y me dejara en el reino oscuro de Satanás como un pecador? No es así, sino que Dios trata con mi problema más profundo—lo que soy.
Dios me puso en Cristo sobre la cruz
¿Qué hizo Dios por mí? Dios me puso en Cristo en la cruz. Cuando Cristo fue crucificado, yo fui crucificado con Él. Mi viejo yo que la Biblia llama “el viejo hombre” fue crucificado con Cristo. La Palabra de Dios dice:
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre [mi viejo yo] fue crucificado juntamente con él [con Cristo]” (Romanos 6:6).
Quizás usted esté pensando: “Pero Cristo fue crucificado hace 2000 años. ¿Cómo pude haber sido crucificado con Él?”
tome una hoja de papel y recorte la figura de un hombre
Para ayudarnos a comprender esto, tome una hoja de papel y recorte la figura de un hombre. Ahora tome al pequeño hombre de papel y póngalo dentro de un libro. ¿Dónde está el pequeño hombre ahora? Está dentro del libro y se quedará dentro del libro.
Supongamos que ponemos el libro en el suelo. ¿Ahora dónde está el pequeño hombre? Está en el libro en el piso.
Supongamos que ponemos el libro sobre la mesa. ¿Ahora dónde está el pequeño hombre? Está en el libro sobre la mesa.
Supongamos que enviamos el libro con el pequeño hombre a otro pueblo. ¿Ahora dónde está el pequeño hombre? Está en el libro en el otro pueblo.
Supongamos que tomamos el libro con el pequeño hombre y lo ponemos debajo del agua. ¿Ahora dónde está el pequeño hombre? Está en el libro debajo del agua.
En esta ilustración el libro representa a Cristo y el pequeño hombre me representa a mí. Así como pusimos el pequeño hombre en el libro, Dios me ha puesto en Cristo.
Una vez que el pequeño hombre fue puesto en el libro, todo lo que le sucedió al libro también le sucedió al pequeño hombre porque estaba en el libro. Lo mismo se aplica a mí. Dios me puso en Cristo en la cruz y todo lo que le sucedió a Él también me sucedió a mí porque estoy en Cristo.
Cuando Cristo fue crucificado, yo fui crucificado con Él. Cuando Él murió, yo morí con Él. Cuando fue sepultado, fui sepultado con Él. Y cuando resucitó, yo resucité con Él. Todo lo que le sucedió a Él también me sucedió a mí.
Una nueva persona en el reino del Hijo de Dios
En mí mismo no he muerto, pero estas cosas son ciertas de mí en Cristo. Recuerde al pequeño hombre en el libro. Una vez que el hombre fue puesto en el libro, todo lo que le sucedía al libro también le sucedía a él porque estaba en el libro.
Lo mismo pasa conmigo. Una vez que Dios me puso en Cristo en la cruz, todo lo que le sucedió a Él también me sucedió a mí porque estoy en Cristo. Estuve en Cristo cuando murió. Ese fue el final de mi vida vieja.
Entonces Dios me creó como una nueva persona en Cristo. Sigo teniendo el mismo cuerpo, pero por dentro soy una nueva persona. La Biblia dice:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

¡Soy una nueva persona en un nuevo lugar!

Ya no estoy en el reino oscuro de Satanás. ¡Soy una nueva persona en un nuevo lugar! Ahora estoy en el reino del amado Hijo de Dios. La Biblia dice:
“Con gozo dando gracias al Padre . . . el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:12a-13).

Cristo me ha libertado de todo lo que estaba en contra mía.

Fue un día feliz cuando supe lo que Cristo había hecho por mí. Ha quitado todo lo que estorbaba entre Dios y yo.

¿Qué sucedió con mis pecados?

Mis pecados fueron puestos sobre Jesús. Él derramó Su preciosa sangre por mis pecados. Dios ha perdonado mis pecados por amor a Jesús. La Biblia dice:
“Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre” (1 Juan 2:12).

¿Qué sucedió con mi vieja naturaleza pecaminosa?

Mi vieja vida terminó con mi muerte en Cristo. El apóstol Pablo dijo: “Con Cristo he sido crucificado”. Yo puedo decir lo mismo, porque Cristo es mi Salvador. No soy la persona que era. Soy una nueva persona en Cristo.

¿Qué sucedió con el reino de oscuridad de Satanás?

Ya no estoy en el reino de oscuridad de Satanás. Dios me ha trasladado del reino de oscuridad de Satanás al reino de Su amado Hijo.

Dios me ve en Cristo.

Dios me creó como una persona nueva en Cristo
Cuando nací, nací en la familia pecaminosa de Adán. Dios me vio en Adán. Dios ve a cada persona incrédula en Adán.
Cuando confié en Cristo como mi Salvador, Dios me puso en Cristo en la cruz. Fui crucificado con Él. Allí terminó mi vieja vida en Adán.
Dios me creó como una persona nueva en Cristo. Ya no estoy en Adán; ahora estoy en Cristo. Ya no me identifico con Adán; ahora me identifico con Cristo. Dios ya no me ve en Adán; ahora me ve en Cristo. Siempre me verá así—en Cristo.
Debemos “considerarnos” nuevas personas en Cristo. Puedo decir “No” a los pecados y a las malas costumbres de mi viejo “YO”. La Biblia dice:
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11).

El hijo pródigo

En la historia del hijo pródigo, Jesús nos muestra cómo el Padre nos recibe cuando nos acercamos a Él, confiando en Jesús como nuestro Salvador. Él nos perdona plena y libremente. ¡Le agrada perdonarnos!
Corrió y se echó sobre su cuello besándolo
Cuando el hijo pródigo regresó, su padre lo vio cuando aún estaba lejos. Corrió y se echó sobre su cuello besándolo. No fue un beso pequeño sobre la mejilla. En el idioma original, la Biblia dice que el padre lo cubrió de besos.
En ese momento, el hijo pródigo sabía dos cosas. En primer lugar sabía que había sido perdonado plena y libremente.
En segundo lugar sabía cómo se sentía su Padre en cuanto a él. Conocía la actitud de su padre para con Él. Por sus acciones, el padre estaba diciendo: “¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!”
Este es un cuadro hermoso de cómo Dios me recibe cuando me acerco a Él con arrepentimiento y fe. Me cubre de “besos”. Soy plena y libremente perdonado de todos mis pecados. Cada creyente puede decir: “Dios ha perdonado todos mis pecados a causa de Cristo”.No hay lugar a dudas.
No sólo soy perdonado, sino que sé cómo Dios se siente en cuanto a mí—¡me ama con todo Su corazón! El perdón de Dios es un resultado de Su amor sin límites hacia mí en Cristo.
Dios me abraza, así como el padre abrazó al pobre hijo pródigo. Dios me está diciendo: “¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! Estoy muy feliz de que regresaste a Mí!”
Dios desea tanto que conozca Su amor y sepa cómo se siente en cuanto a mí que me ha dado al Espíritu Santo para que more en mí. Lo primero que hace el Espíritu Santo es que llena mi corazón con el amor de Dios. La Biblia dice:
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).

La clave de la parábola

Lo sorprendente de la parábola del hijo pródigo es que no menciona la clave. La clave es la muerte de Cristo en la cruz.
¿Cómo puede Dios recibir a un pecador como yo? ¿Cómo puede “abrazarme y cubrirme de besos” cuando estoy aún en mis “trapos sucios”?
Dios me recibe y me acepta en base a lo que Cristo ha hecho por mí. La muerte de Cristo en la cruz fue suficiente para que Dios quitara mis pecados para siempre.
Un sacrificio perfecto
En el Antiguo Testamento, Dios le dijo a Su pueblo que ofreciera animales, generalmente corderos, como sacrificio por sus pecados. Día tras día eran sacrificados corderos porque eran sacrificios imperfectos que jamás podrían quitar los pecados.
Cuando Jesús vino, Juan el Bautista clamó: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Jesús es el “Cordero de Dios”—el sacrificio que Dios Mismo proveyó para nuestros pecados. Puesto que el Hijo de Dios murió por nuestros pecados, nunca más hay necesidad de hacer otro sacrificio para los pecados.
Algunos de los hijos de Dios viven toda su vida sin estar muy seguros que todos sus pecados han sido perdonados. Pero sí podemos saber con seguridad que hemos sido perdonados. Lo que me da gran paz referente a mis pecados es saber que Dios quedó completamente satisfecho con el sacrificio que Él Mismo proveyó.
¿Qué desea Dios que yo haga? Desea que le ame y aprecie al que murió por mí.

La gran salvación de Dios

La gran salvación de Dios es el poder tan grande de Dios al hacer por mí algo que yo jamás hubiera podido hacer por mí mismo. Dios ha quitado todo lo que estaba en contra de mí. Me ha sacado de la familia pecaminosa de Adán y me ha puesto en la familia de Cristo.
Todos mis pecados han sido quitados. Mi vida vieja terminó con mi muerte en Cristo. Dios me ha hecho una nueva persona en Cristo. Y lo mejor de todo es que conozco la actitud de Dios hacia mí. Sé cómo se siente en cuanto a mí—me ama con amor infinito.


Lo qué podemos hacer con nuestras preocupaciones

Llegar a ser cristiano no significa que usted tendrá una vida fácil. Los cristianos, al igual que los incrédulos, tienen problemas, cargas y preocupaciones. La Palabra de Dios nos dice lo que debemos hacer con nuestras preocupaciones.
Los cristianos, al igual que los incrédulos, tienen problemas, cargas y preocupaciones
  • “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).
Este es un mandamiento del Señor. Debemos regocijarnos siempre. El mandamiento no dice que debemos regocijarnos en nuestras circunstancias, sino que debemos regocijarnos en el Señor.
  • “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”(Filipenses 4:5).
Tenemos abundantes motivos para regocijarnos siempre. ¿Por qué? Por la presencia del Señor. Él vive en nosotros, así que está con nosotros en todo momento.
  • “Por nada estéis afanosos [preocupados], sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
Las preocupaciones nos llegan todos los días — problemas pequeños, problemas medianos, problemas grandes. Nos afanamos y preocupamos y esto nos roba nuestro gozo.
¿Qué debo hacer con mis ansiedades? El Señor me dice que se las dé a Él. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
“Toda vuestra ansiedad” se refiere a las cosas pequeñas además de las grandes—voy a acercarme a Dios en oración y presentarle mis peticiones. La gran importancia de la oración es que le pido a Dios que participe en mi situación.
¿Promete Dios darme todo lo que pido? No, Él no promete eso, pero sí promete algo mejor—“la paz de Dios”. La Biblia dice:
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Cuando me preocupa algo, lo primero que debo preguntarme es: ¿He orado por el problema? Debo orar “por todo”. Debo dejar el asunto en Sus manos, diciendo: “Señor, por favor arregla este asunto de la manera que Te agrade más”.
Le muestro mi amor a Dios y mi confianza absoluta en Su bondad cuando dejo mi situación ante Él y le permito hacer lo que le agrada a Él. No le debo decir qué es lo que tiene que hacer.
Después de orar, ¿ha cambiado la situación? Quizás no. Pero ha sucedido un cambio hermoso en mí. Me he presentado delante de mi Padre con mis preocupaciones y necesidades, y yo he cambiado. Antes de hablar con Él, yo estaba preocupado y afanado, pero no ahora. ¡He cambiado yo, no mis circunstancias! Tengo la paz de Dios en mi corazón.