sábado, 9 de marzo de 2013
TOMANDO DECISIONES SABIAS EN LA JUVENTUD
¿Camisa o polo? ¿Bus o colectivo? ¿Estudio o trabajo? ¿Soltería o casamiento? ¿Embarazo o aborto?... Decisiones, son muchas las decisiones que debemos tomar a diario, no es algo que nos proponemos o que podamos evitar, simplemente hay que hacerlas, pequeñas decisiones por asuntos muy simples o grandes e importantes decisiones con repercusiones de por vida.
Me cuesta creer la respuesta de algunas personas al ser entrevistadas respecto a "si hay algo de sus vidas que les gustaría cambiar o algo de lo que se arrepienten" y contestan con toda certeza: - "No, no cambiaría nada, no me arrepiento de nada".
Debo admitir que yo no podría dar esa respuesta. Cuando miro mi vida hacia atrás y recuerdo oportunidades preciosas que desaproveché ya sea por desidia, temor o flojera, o amistades o relaciones que me dañaron y que debería haber cortado, actitudes, frases, cosas que hice o dejé de hacer, etc., es imposible dejar de reconocer que hoy lo haría diferente, cambiaría muchas cosas, tomaría otras decisiones.
Hay épocas de nuestra vida, como la adolescencia, en las que pensamos que el mundo está a nuestros pies, nos creemos unos "sábelo-todo" y tomamos decisiones apresuradas sin tener conciencia, ni darles la importancia de lo que ellas nos traerán en el futuro.
Como adultos, comprobamos en carne propia que en ocasiones ni siquiera todos nuestros conocimientos y experiencia acumulada, son suficientes como para tomar las mejores decisiones.
Prov. 2:1-5 dice: "Hijo mío, presta atención a lo que digo y atesora mis mandatos. Afina tus oídos a la sabiduría y concéntrate en el entendimiento. Clama por inteligencia y pide entendimiento... Entonces comprenderás lo que significa temer al Señor y obtendrás conocimiento de Dios".
¿Quién si no Dios, que todo lo sabe, que nos creó con un propósito y nos conoce a la perfección, puede darnos el mejor de los consejos para llegar a la meta que nos tiene preparada? "¿Habrá alguien que pueda conocer los pensamientos del Señor? o ¿Existe alguien que sepa lo suficiente como para aconsejarlo?" (Rom.11:34) ¡No, no lo hay!
No podemos seguir ignorando a Dios, tomando decisiones basados solo en las cosas que nos gustany dan placer, o en las que nos hacen sentir bien, sin pensar en las consecuencias que esto nos puede traer. No se trata de "echar suertes" para decidir si nos conviene o no, es nuestro futuro, nuestra vida la que está en juego. Necesitamos algo más sólido, que resista el paso del tiempo y que sus efectos sean beneficiosos.
Necesitamos algo más poderoso, necesitamos Su sabiduría. ¿No la tenemos?
"Entonces, pidámosla a nuestro generoso Dios, y él nos la dará y no los reprenderá por pedírsela" Stgo.1:5
Sólo Dios puede dirigir nuestros pasos y darnos la fuerza para decidir, no sólo por lo que nos traerá placer momentáneo, sino bendición a lo largo de nuestra vida y a la de quienes nos rodean. Aunque no sea fácil y para hacerlo tengamos que pasar por un proceso doloroso, ¡vale la pena obedecer a Dios!
Señor: Ayúdanos a tomar decisiones que "afecten" y no que "infecten"nuestra vida.
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