¿Por qué papá ya no vive en la casa?
¿Por qué se llevo sus cosas a otra casa?
¿Por qué ya no podemos vivir todos juntos?
Estas eran las preguntas de un pequeñín de seis años. Su mundo se estaba cayendo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que papá no me va a volver a ver? Y si no me ve, ¡me a va dejar de querer!, ¡se va a olvidar de mí, de cómo soy!. – Mamá: por favor, vamos a buscarlo para que lleve las cosas otra vez a la casa.
En una familia, la separación de la pareja es vivida por cada miembro de manera diferente y personal. Si para el adulto (mamá-papá) implica elaborar que se ha roto un vínculo, una relación, un proyecto de vida; para los hijos/as el divorcio implica pasar un proceso de pérdida.
La separación y el divorcio conllevan muchos cambios. Se modifican por ejemplo las rutinas, la distribución del espacio físico, los tiempos de compartir, porque se deben establecer horarios de visitas con lo pequeños y muchos otros más. Pero hay también a raíz de todos los cambios, hay un maremoto emocional al que son sometidos los hijos/as
Con una separación o un divorcio, se modifica el concepto social de familia. Esta familia que nos dibujan en los libros, que salen en las películas, que enseñan en las escuelas: Papá, mamá e hijos.
Pero ante la separación, qué sucede; ¿dejamos de ser familia? , ¿me quedé sin familia?. Definitivamente la respuesta es NO; sin embargo, debo elaborar que mi familia ha cambiado y que ahora somos una familia diferente. Menciono esto así porque, aunque usted no lo crea, los niños/as lo ven así. Para ellos la desintegración de la familia los coloca de alguna manera en la posición de huérfanos.
Las parejas optan por separarse o por divorciarse por razones complejas, algunas de las cuales tienen poca o ninguna relación con la incompatibilidad marital. A diferencia de la decisión de casarse, la decisión de separarse raramente ocurre por mutuo consentimiento de la pareja. En general, uno de los miembros es quien quiere alejarse del matrimonio más que el otro.
Esta comprobado que estas decisiones suelen presentarse en todo tipo de familias, sin hacer excepción por raza, religión, estados financieros, condición social.
A la separación física, le precede una separación emocional. Algo cambió en la familia, en la relación. De alguna manera se ve venir, y si no lo vi venir, fue porque probablemente el dolor de pensarlo fue tanto que me negué a ver las señales.
Es importante ver el divorcio como un proceso y no como un acontecimiento, con su propia trayectoria de desarrollo. Suele representar una transición entre varias fases, que comienza con la insatisfacción conyugal y que puede terminar o no con un nuevo matrimonio.
Ahora bien, la relación con los hijos/as también va a ser alterada de mucha o poca manera, dependiendo siempre del rumbo que le de la pareja. Es por esto que en ocasiones los que más tienen que asumir consecuencias son los hijos y las hijas.
Veamos algunas de las situaciones que se pueden presentar ante una separación y un divorcio.
1. La relación padres-madres/ hijos-hijas y el divorcio:
Un complejo balance de fuerzas psicológicas gobiernan la relación entre padres-madres / hijas-hijos en los matrimonios fracasados. De hecho, es evidente que aún y cuando, la relación de pareja, se mantenga en una ”atmósfera libre de conflictos” cuando la separación de la pareja se acerca, se generan tensiones que afectan de alguna manera a los hijos.
La relación padre/madre –hijo/hija es vulnerable a las tensiones maritales; paradójicamente también pudiera suceder que con la separación de la pareja, las relaciones con los hijos/as cambien favorablemente. He escuchado chicos decir que desde que sus papás se separaron pasan más tiempo con ellos (por separado), pasean más, discuten menos, conversan más.
2. Cambios en el cuidado infantil:
Se reestructuran los roles de cuido. Ahora mamá debe de pronto asumir uno días y papá otros. En algunos casos, uno asume las citas médicas, el otro los gastos de estudio. Los pequeños/as de pronto recienten la ausencia del que se fue, principalmente cuando surgen los imprevistos y se debe recurrir a alguién ajeno a la familia por ayuda. La queja de muchas madres es que la distribución de tiempos no es justa: mientras con ellas ven deberes, tareas, exámenes; los fines de semana con papá van al cine, a fiestas, a romper hábitos alimenticios. Se puede entonces entrar en un conflicto por lo que cada uno considera necesario dar a los hijos mientras están con ellos.
3. Temor al abandono:
Los niños/as y adolescentes son vulnerables al sentimiento de perdida de la seguridad, el apoyo y la protección. Se enfrentan a un mundo menos confiable. Los más pequeños se suelen preocupar por quién los va a cuidar y quién los va a alimentar. Su temor, también tiene que ver con la relación que se establecerá con papá y mamá despues de la separación. Pueden pensar que si la unión marital pudo disolverse, su relación podría también terminarse. Muchos pueden experimentar sentimientos de abandono y miedo a quedar solos.
4. Efectos del divorcio en los niños/as de corta edad :
Glyk (2003) plasma en su libro de terapia familiar y conyugal que son varios los motivos que llevan a suponer que los conflictos matrimoniales van a impactar más negativamente a los preescolares, pues durante la infancia temprana es más probable que los niños se culpen a sí mismos de las disputas de sus padres o que piensen mágicamente que pueden intervenir eficazmente en las mismas. También requieren de una supervisión más estrecha y tienen una menor autonomía, de manera que su capacidad para marcharse cuando se produce una situación tensa entre la pareja también es menor. Finalmente, en los pequeños es más probable que manifiesten conductas disruptivas de forma manifiesta y repetitiva (gritos, rabietas, desobedecen las ordenes relativas a las rutinas del hogar, a las comidas o al momento de irse a la cama) y a su vez estas conductas pueden aumentar el riesgo de conflictos entre los padres por la socialización del niño y deteriorar el nivel de satisfacción matrimonial.
Los niños a tempranas edades confían en la estabilidad del matrimonio y en la familia. Cuando hay secretos que dificultan la estrecha relación entre sus miembros, la familia se desorienta, pierde el rumbo.Entonces, los hijos que han vivido en medio de ocultamientos y mentiras, dejan de confiar en lo que se les dice, y por consiguiente, se vuelven inseguros y dependientes. Cuando al fin la estructura familiar se derrumba, quiza no haya ninguna relación sincera a la que recurrir y los hijos se sientan lanzados a la deriva.
Seguiremos desarrollando este tema en una próxima entrega.
¿Por qué se llevo sus cosas a otra casa?
¿Por qué ya no podemos vivir todos juntos?
Estas eran las preguntas de un pequeñín de seis años. Su mundo se estaba cayendo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que papá no me va a volver a ver? Y si no me ve, ¡me a va dejar de querer!, ¡se va a olvidar de mí, de cómo soy!. – Mamá: por favor, vamos a buscarlo para que lleve las cosas otra vez a la casa.
En una familia, la separación de la pareja es vivida por cada miembro de manera diferente y personal. Si para el adulto (mamá-papá) implica elaborar que se ha roto un vínculo, una relación, un proyecto de vida; para los hijos/as el divorcio implica pasar un proceso de pérdida.
La separación y el divorcio conllevan muchos cambios. Se modifican por ejemplo las rutinas, la distribución del espacio físico, los tiempos de compartir, porque se deben establecer horarios de visitas con lo pequeños y muchos otros más. Pero hay también a raíz de todos los cambios, hay un maremoto emocional al que son sometidos los hijos/as
Con una separación o un divorcio, se modifica el concepto social de familia. Esta familia que nos dibujan en los libros, que salen en las películas, que enseñan en las escuelas: Papá, mamá e hijos.
Pero ante la separación, qué sucede; ¿dejamos de ser familia? , ¿me quedé sin familia?. Definitivamente la respuesta es NO; sin embargo, debo elaborar que mi familia ha cambiado y que ahora somos una familia diferente. Menciono esto así porque, aunque usted no lo crea, los niños/as lo ven así. Para ellos la desintegración de la familia los coloca de alguna manera en la posición de huérfanos.
Las parejas optan por separarse o por divorciarse por razones complejas, algunas de las cuales tienen poca o ninguna relación con la incompatibilidad marital. A diferencia de la decisión de casarse, la decisión de separarse raramente ocurre por mutuo consentimiento de la pareja. En general, uno de los miembros es quien quiere alejarse del matrimonio más que el otro.
Esta comprobado que estas decisiones suelen presentarse en todo tipo de familias, sin hacer excepción por raza, religión, estados financieros, condición social.
A la separación física, le precede una separación emocional. Algo cambió en la familia, en la relación. De alguna manera se ve venir, y si no lo vi venir, fue porque probablemente el dolor de pensarlo fue tanto que me negué a ver las señales.
Es importante ver el divorcio como un proceso y no como un acontecimiento, con su propia trayectoria de desarrollo. Suele representar una transición entre varias fases, que comienza con la insatisfacción conyugal y que puede terminar o no con un nuevo matrimonio.
Ahora bien, la relación con los hijos/as también va a ser alterada de mucha o poca manera, dependiendo siempre del rumbo que le de la pareja. Es por esto que en ocasiones los que más tienen que asumir consecuencias son los hijos y las hijas.
Veamos algunas de las situaciones que se pueden presentar ante una separación y un divorcio.
1. La relación padres-madres/ hijos-hijas y el divorcio:
Un complejo balance de fuerzas psicológicas gobiernan la relación entre padres-madres / hijas-hijos en los matrimonios fracasados. De hecho, es evidente que aún y cuando, la relación de pareja, se mantenga en una ”atmósfera libre de conflictos” cuando la separación de la pareja se acerca, se generan tensiones que afectan de alguna manera a los hijos.
La relación padre/madre –hijo/hija es vulnerable a las tensiones maritales; paradójicamente también pudiera suceder que con la separación de la pareja, las relaciones con los hijos/as cambien favorablemente. He escuchado chicos decir que desde que sus papás se separaron pasan más tiempo con ellos (por separado), pasean más, discuten menos, conversan más.
2. Cambios en el cuidado infantil:
Se reestructuran los roles de cuido. Ahora mamá debe de pronto asumir uno días y papá otros. En algunos casos, uno asume las citas médicas, el otro los gastos de estudio. Los pequeños/as de pronto recienten la ausencia del que se fue, principalmente cuando surgen los imprevistos y se debe recurrir a alguién ajeno a la familia por ayuda. La queja de muchas madres es que la distribución de tiempos no es justa: mientras con ellas ven deberes, tareas, exámenes; los fines de semana con papá van al cine, a fiestas, a romper hábitos alimenticios. Se puede entonces entrar en un conflicto por lo que cada uno considera necesario dar a los hijos mientras están con ellos.
3. Temor al abandono:
Los niños/as y adolescentes son vulnerables al sentimiento de perdida de la seguridad, el apoyo y la protección. Se enfrentan a un mundo menos confiable. Los más pequeños se suelen preocupar por quién los va a cuidar y quién los va a alimentar. Su temor, también tiene que ver con la relación que se establecerá con papá y mamá despues de la separación. Pueden pensar que si la unión marital pudo disolverse, su relación podría también terminarse. Muchos pueden experimentar sentimientos de abandono y miedo a quedar solos.
4. Efectos del divorcio en los niños/as de corta edad :
Glyk (2003) plasma en su libro de terapia familiar y conyugal que son varios los motivos que llevan a suponer que los conflictos matrimoniales van a impactar más negativamente a los preescolares, pues durante la infancia temprana es más probable que los niños se culpen a sí mismos de las disputas de sus padres o que piensen mágicamente que pueden intervenir eficazmente en las mismas. También requieren de una supervisión más estrecha y tienen una menor autonomía, de manera que su capacidad para marcharse cuando se produce una situación tensa entre la pareja también es menor. Finalmente, en los pequeños es más probable que manifiesten conductas disruptivas de forma manifiesta y repetitiva (gritos, rabietas, desobedecen las ordenes relativas a las rutinas del hogar, a las comidas o al momento de irse a la cama) y a su vez estas conductas pueden aumentar el riesgo de conflictos entre los padres por la socialización del niño y deteriorar el nivel de satisfacción matrimonial.
Los niños a tempranas edades confían en la estabilidad del matrimonio y en la familia. Cuando hay secretos que dificultan la estrecha relación entre sus miembros, la familia se desorienta, pierde el rumbo.Entonces, los hijos que han vivido en medio de ocultamientos y mentiras, dejan de confiar en lo que se les dice, y por consiguiente, se vuelven inseguros y dependientes. Cuando al fin la estructura familiar se derrumba, quiza no haya ninguna relación sincera a la que recurrir y los hijos se sientan lanzados a la deriva.
Seguiremos desarrollando este tema en una próxima entrega.